noviembre 17, 2009

Enoturismo en Portugal (2)

Tengo gustos muy simples. Me satisfago con lo mejor (Oscar Wilde)

Siguiendo con mi breve paseo enoturístico por Lisboa, en la Jornada organizada por la Universidad Lusófona, tuve la ocasión de compartir una mesa muy interesante, entre otros, con el Presidente de la Entidad Regional de Turismo del Alentejo, Dr. Ceía da Silva. De la presentación del representante del Alentejo me quedé con dos ideas que me gustaría compartir hoy con vosotros.

Por un lado la necesidad de generar masa crítica cuando hablemos de verdaderos destinos enoturísticos, algo muy diferente a ser simplemente un territorio de vino. Comentaba el Dr. Da Silva sobre la necesidad de generar una constelación de servicios y actividades en torno al vino y su cultura que sentaran las bases del desarrollo del eno-destino.

Yo añadiría y siempre que tengo ocasión de hablar con bodegueros, restauradores, hoteleros… no me canso de repetirlo: “un recurso enológico no es un producto turístico por sí mismo, hay que crearlo” y remataría con la frase del responsable de turismo del Alentejo “y un producto turístico enológico no convierte un territorio, en destino enoturístico. Hace falta una constelación de productos y servicios generados en torno a la cultura del vino” (salvo grandes excepciones)

Otro de los comentarios que reseñaría de la presentación de actividades del Alentejo en el ámbito enoturístico, fue la dinamización de espacios públicos en torno al vino. Algo así como “Si el visitante no va a la bodega, la bodega irá al encuentro del visitante”. Teniendo en cuenta que la mayor parte de los viajeros que llegan a nuestros museos, bodegas, enotecas etc son viajeros culturales para los que el recurso de vino forma parte de un itinerario cultural (es decir, no hay una verdadera motivación enológica), no está nada mal salir a la calle, a su encuentro y presentarles de una manera próxima y experiencial, la cultura del vino de nuestra tierra.

Cuando escuchaba el tema de sacar la cultura del vino a la calle, me acordaba de Alsacia, una zona que os he comentado más veces, me parece que aparte de sus maravillosos vinos, tiene la gran fortalece de que respira, vive, pinta, siente… el vino en cualquier tienda, en cualquier negocio, en cualquier pueblo, en todos los restaurantes etc.

De paso por Obernai, al sur de Estrasburgo, y paseando por los soportales de la Oficina de Turismo me topé con un grupo de productores locales que invitaban a todos los paseantes a compartir el aperitivo más alsaciano: cerveza artesana o vinos de la zona, foie y pan de especies tan típico del territorio. Era una forma de envolverte rápidamente en el espíritu enológico y gastronómico de la comarca, en un ambiente de amistad y proximidad que refuerza los lazos positivos y genera un vínculo afectivo con el destino. Según me indicaron, esta actividad la hacían varios días a la semana en temporada estival. Iban turnándose los productores que evidentemente aprovechaban la invitación para darte sus tarjetas personales, animándote a la visita y creo recordar que era posible también comprar sus productos, como si se tratara de un pequeño mercado local.
Creo que sacando la cultura del vino a la calle, todos salímos ganando: productores, visitantes, la Oficina de Turismo o las administraciones turísticas y por supuesto el territorio.
Y por cierto, hoy la etiqueta se la he robado a uno de mis vinos favoritos, un vino para tomar de rodillas y descubierto, como decía ¿Balzac? . Un pecado de avaricia beberlo en soledad. Para disfrutarlo sólo es necesario contar con un buen compañero con quien compartirlo y silencio, mucho silencio para escuchar los sonidos de la complicidad y el afecto. ¡Salud, querido amigo!


(c) Alicia Estrada, 2009

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