
Seguro
que podemos trabajar más y mejor para alcanzar estos objetivos del enoturismo
experiencial, pero ya hay un empeño de gran parte del sector por conseguir que
los visitantes vivan con verdadera emoción el acercamiento a la viña y la
bodega. ¿Y qué pasa con el vino como producto de consumo? ¿El enoturismo está
logrando que se venda y consuma más vino?
Creo
que el momento de conocer el vino, de probarlo, dentro de una visita
enoturística y normalmente como colofón a ésta, es quizás la parte que peor
están haciendo muchas bodegas.
·
En muchas ocasiones empezamos por confundir al
visitante pues le indicamos que vamos a catar vino cuando simplemente vamos a
degustar (también es cierto que quizás no hay que llegar a catar pero eso no es
excusa para utilizar mal los términos).
·
Resulta además muy habitual, especialmente en
bodegas grandes, concluir la visita en la zona de la tienda, servir una copa
del vino más básico de la bodega a los visitantes y dejarles solos ante la
copa, mientras el guía recoge al nuevo grupo.
Personalmente creo que es un grave error. La degustación final
debe ser el clímax de la visita. La copa final que tomamos con el grupo debe
ser la constatación de la historia que hemos contado, es la forma más patente
de beber juntos las emociones que hemos querido transmitir a lo largo de la
visita, por lo tanto nunca debemos dejar al grupo solo.
Este es el momento de hacer protagonista a nuestro vino de la
historia de nuestra bodega y a ser posible, el protagonista más especial y más
emocional. Y para esto hay que elegir bien el vino, entre los muchos que hay en
la bodega, y dotarlo de un relato dentro de la narración general de la
bodega.
Evidentemente no estamos hablando de una cata técnica, hablamos
de un protagonista clave citado a la largo de toda la visita. Cuando aparece la gran estrella, ¡por fin el vino!, hay que darle
empaque, hay que buscarle un sitio principal, introducirlo en la historia
contada y cargarlo de los valores emocionales que hemos trasmitido en la
visita. Así el vino se convierte en un elemento cargado
de connotaciones positivas, que va a permitir a los visitantes reproducir,
recordar y compartir en cada nueva ocasión de consumo, la gran experiencia
vivida en la visita a la bodega.
¡Seguimos hablando! Feliz semana.
(c) Alicia Estrada