marzo 09, 2009

¿Y cuánto cobro por una visita a mi bodega?

Comentábamos hace días sobre el tema de poner un precio o no a la visita a la bodega. Ya os apunté mi opinión sobre las ventajas de estipular un precio de entrada, pues profesionaliza una actividad y marca el compromiso de la bodega con el enoturismo. ¿Y cuánto cobramos por la visita a la bodega? Esto si que ese el “quiz” de la cuestión.

Hay que tener un criterio racional en función de tamaño de los grupos o visitas individualizadas, cualificación del personal dedicado a hacer la visita, tiempo que dura ésta, precios del mercado (territorio), precios de la competencia, infraestructura de uso etc.

Personalmente creo que lo más importante a la hora de estipular una política de precios para el enoturismo es que ésta camine en la misma dirección que la estrategia global de la bodega. Creo que esto lo he dicho muchas veces. No os sonará nuevo pero no me canso de repetirlo.

Una bodega con vinos de élite, debe desarrollar visitas enoturísticas impregnadas con este mismo espíritu y posiblemente esto habrá que dibujarlo también en el precio de la visita y evidentemente en el contenido de ésta, su exclusividad, la cata o degustación que rematará la visita etc. Seguramente estas visitas deberán contar a menudo con la presencia del enólogo, del director de comunicación y sólo en contadísimas ocasiones, del propietario. ¡Máxima exclusividad! ¿Qué es lo que se persigue? Posiblemente imagen y prolongar el carácter elitista de los vinos.

Las pocas veces que he tenido ocasión de visitar bodegas "top" he visto referente al precio, dos tipos de actuaciones. Algunas bodegas no cobran nada, y supongo que ésta es una forma de decirte “El enoturismo no es nuestra profesión, nosotros hacemos vino”. En el extremos contrario, algunos chateaux franceses tienen unos precios tan alarmantes por la visita que claramente dejan fuera a curiosos y turistas culturales. Evidentemente, al perfil alto de precio suman máxima exclusividad y en muchos casos las visitas resultan muy complicadas de cerrar.

Una bodega artesana, por el contrario, deberá cifrar en su propietario o en algún miembro de la familia, el carácter diferencial de la visita, aportando todo ese carácter de proximidad entrañable que esperas de este tipo de bodegas. Muchas pequeñas bodegas estipulan un precio para la visita que deducen al consumidor si éste alcanza un mínimo de compra. Y es que en estos casos lo que se persigue normalmente es aumentar el margen de venta directa, de ahí que intentan no penalizar a quienes colaboran en la consecución de objetivos.

En todo caso, la política de precios de las actividades dentro de una bodega, no es una cuestión vana y ha de determinarse con cierto criterio. Se complica aún mucho más cuando la distribución de las actividades puede pasar por intermediarios como agencias de viaje, organizadores de eventos etc. Pero ésta es otra historia...


(c) Alicia Estrada.

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