Lo entiendo, al menos en parte, lo entiendo. Entiendo que ya es bastante difícil bregar con los distribuidores, con el tiempo, con la competencia, con las bajadas de precios etc como para además pensar en cómo comercializar enoturísticamente la bodega, el viñedo o los vinos. Pero creo que es una apuesta que cada profesional libremente decide realizar o no. Y si uno decide dar el “Sí” al enoturismo tendrá que ver la forma de compatibilizar su negocio de vino con su negocio de turismo y en mi opinión enlazar ambos bajo una misma estrategia, en un proyecto global.
Me parece que muchas veces, estas dos vías de trabajo no van alineadas y esto conduce irremediablemente a cierto desánimo. Por otro lado, si vino y enoturismo en una misma casa suponen dos recorridos distintos, duplicaremos el trabajo y necesitaremos más recursos para obtener los resultados previstos.
Si ambos caminos son paralelos, las acciones que desarrollemos para el vino podrán afectar positivamente al enoturismo y a la inversa. Simplificando mucho, se me viene a la cabeza la política de visitas de los grandes Chateaux bordaleses. Cuentan con maravillosas instalaciones en muchos casos y sin embargo son muy poco accesibles. Su política enoturística es conforme con la exclusividad de sus vinos, y las visitas, como los vinos, se pagan sin rechistar.
Para el bodeguero, ¿Cómo se compatibilizan ambas cosas, la estrategia de vino y la de turismo? ¿Una quimera imposible? Pues como decía el Riojano, primero hay que querer y estar mentalizado y después trabajar bastante, empezando por un plan de marketing conjunto de ambos productos o que aúne ambos proyectos. Luego vendrán las acciones....
(c) Alicia Estrada
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