Lo bueno de estos foros además de compartir y aprender, es que funciona muy bien el networking y siempre acabas saludando conocidos y abriéndote nuevas amistades. Me pasaba precisamente esto con un bodeguero de la zona al que me presentaba comentándole mis áreas de trabajo. Me decía a propósito de la comercialización turística que estaba un poco desanimado con este tema, pues tras hacer algunos esfuerzos comerciales para aproximarse al sector de la intermediación (agencias, organizadores de eventos...), las cosas que le iban proponiendo eran siempre “raras”. ¿Raras? –le he preguntado-. ¿Qué te están pidiendo?
Continúa nuestra conversación y yo intrigadísima, queriendo recabar más información (en realidad encubriendo mi curiosidad y cierto morbo). El bodeguero me sigue comentando “Una agencia me cuenta que tiene un grupo de ingleses que vienen a Tarragona a ver pajarracos y quieren hacer algo de vino, relacionado con su actividad ¿Qué tiene que ver mi bodega con los pajarracos? ¿Qué les voy a contar? ¿Qué me picotean el viñedo y eso me cabrea muchísimo?" (Todo esto dicho con cierta desesperación).
No dejo de esbozar una sonrisa. “Pero eso es muy fácil –le respondo-“ y al pobre señor se le abren unos ojos como platos ante mi “chulería bilbaína”.
Creo que si pensamos en las expectativas de nuestros posibles clientes, diversificar nuestro producto, vestirlo de trajes distintos no sería una labor compleja, aunque exige cierta imaginación y preparación, por supuesto.
Yo he hecho un ejercicio muy rápido que seguro necesitaría muchas matizaciones pero he pensado que para un amante de este tipo de viajes, hablar de la biodiversidad que se esconde tras el viñedo, hablar de paisaje, hablar de respeto por la naturaleza, hablar del sector primario que aguanta el empuje de la urbe... son pistas que pueden ayudarnos a personalizar una visita. “Sácales al viñedo”, le he dicho. Enséñales cómo es la tierra en la que crece tu garnacha y sus “pajarracos”. Háblales del suelo, del clima, diles qué te cuentan esos rosales que seguro tienes a la vera del viñedo y luego, entra con ellos a la bodega y explícales cómo traspasas todo eso a tu vino. Diles que tú no sabes nada de aves ni de pájaros, pero tú trabajas la tierra que sus aves vuelan y tu familia viene preservando desde hace generaciones eos campos que ahora ellos disfrutan...
C’est tout. No hay nada más. No te puedes inventar nada que no tengas, pero hoy te puedes vestir con la bufanda de las cigüeñas y mañana cuando te visiten unos amantes del arte cisterciense de paso por tu bodega, les podrás hablar de patrimonio, de arquitectura tradicional, cobijada al amparo de los monasterios, como tu masía o invitarles a compartir unos vinos licorosos “como ya los tomaba el Abad de Santes Creus, dando loas a San Bernardo de Claraval”. (A los bodegueros emocionados, se les permiten ciertas licencias e invenciones, siempre que encajen bien con el escenario)
Evidentemente no estamos hablando de viajeros individuales. Hablamos de grupos y posiblemente de intermediación, pero al fin y al cabo, valor añadido, diferenciación para nuestra bodega y para nuestra marca.
“¡Vaya! Suena casi a poesía –me dice- tras mi emotivo arrebato”. ¿Y qué es un buen vino? Poesía, sólo eso...
(c) Alicia Estrada 2009
Molt bé, m'ha entusiamat el teu argumetari.
ResponderEliminarMe parece muy creativa y divertida tu idea, de hecho, muestra que el mundo del vino está relacionado con todos los aspectos de la sociedad y como deduzco de tus palabras no consiste en acomodar los viñedos a los intereses de los visitantes, sino el modo de presentarlos.
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