julio 28, 2019

Experiencias en destino: el gran camino de comercialización del enoturismo

Tengo un defecto muy grave. Lo confieso.  Me arrastra cada mañana y no puedo dejarlo. Soy adicta al seguimiento de tendencias en turismo, que a mi juicio es lo mismo que decir tendencias en enoturismo. Mi foco es siempre el mismo: la comercialización.

·    Miro lo que está pasando en turismo y veo velocidad luz en la distribución. Hablando de turistas individuales, el sector mira básicamente a la distribución por canales digitales, que no son uno por cierto, hay que mirar para muchos lados.  
·    Miro el enoturismo y no veo correlación con el sector de la distribución turística. ¿No habíamos quedado en que enoturismo es lo mismo que turismo?

Hablando de territorio y viajeros individuales (El mundo de los eventos MICE es otra historia) la distribución turística encaja el enoturismo en el mundo de las experiencias y nos da igual que sean experiencias culturales, experiencias sensoriales, deportivas, emocionales  o como queramos calificar al enoturismo. ¡Son experiencias en destino! Y punto.  

El mundo de las experiencias en destino supone el 10% de la facturación mundial del sector de viajes en destino. ¡Son muchos millones! Es el tercer sector global después del aéreo y la distribución hotelera y de alojamientos.

·    La distribución de las experiencias pasa invariablemente por lo digital, por lo tanto alguien tiene que implementar estas herramientas en la distribución del producto (distribución o venta para nosotros son casi sinónimos).
·    Es un sector en origen enormemente atomizado (pensemos por ejemplo en las bodegas que en un territorio pueden poner a la venta su producto de manera directa) pero que exige la integración digital con actores globales de la distribución. 

No hay que asustarse cuando uno lee que su producto tiene que integrarse con un gigante de la distribución como Expedia Activities  por poner un ejemplo, porque la tecnología está totalmente desarrollada y solo pendiente de uso.  La tecnología hoy se paga básicamente por uso (me entra una reserva, pago por el canal de venta utilizado)  por lo tanto no exige grandes desembolsos para comenzar a trabajar con ella.

Dicho esto, querría apuntar varias cosas:

·    ¿Todas las casas rurales necesitan tener su producto en Booking? No, pero para muchas es un canal magnífico de vender en momentos de baja ocupación. Con el enoturismo y las experiencias pasaría lo mismo. Es decir, las bodegas deben tener una venta multicanal pero hay que saber muy bien qué vender y en qué canal, lo que implica conocer muy bien el mundo de la distribución turística de las experiencias.

·    "Yo no quiero autobuses de gente llegando en manada a mi bodega" Una de las claves del mundo de las experiencias es la personalización. Los viajeros se sienten mejor tratados cuando les recibe un anfitrión de la bodega a cuando les recibe un empleado de la bodega, por lo tanto el éxito no suele estar vinculado a la masificación, si no al servicio. Vender a través de canales digitales debiera significar para una bodega, vender más y mejor. Por ejemplo, vender productos de más valor añadido en época de alta  ocupación y tener ocupación, en época superbaja.

·   Por cierto, hablar de la venta digital no significa olvidarnos de los canales  tradicionales. En absoluto. Las bodegas tienen producto que debe canalizarse a través de agencias como el sector lujo, el sector MICE o ciertos productos muy de nicho. Todo esto conforma la multicanalidad que debe configurar el espectro de venta de una bodega.

Creo que me he enrollado un poco, pero no es un tema fácil ni sencillo. Tiene muchas implicaciones y si se hace bien, debiera tener un final feliz para las bodega y los territorios de vino. Por cierto, los territorios tienen mucho que decir en este cambio de enfoque. Otro día hablaré de ello.
¡¡Feliz verano para todos!!

(c) Alicia Estrada

julio 03, 2019

Experiencias, storytelling, cocreación y otras palabrejas



Dice la filología, vieja profesión a la que debo todo lo que soy e incluso lo que no soy, que las palabras se desemantizan a fuerza de desgastarlas o usarlas tanto o tan mal, que terminan perdiendo su significado. Algo así ha debido de ocurrirle a la palabra "experiencia" que parece ser equivalente a producto turístico. Es más, vale para cualquier producto turístico o enoturístico.

Muchos viajeros, desengañados de las malas experiencias vividas, turísticamente hablando,  comenzaron hace unos años  a buscar lo que ellos creyeron que serían, verdaderas experiencias. Surgieron así las comunidades basadas en formatos  peer to peer (P2P), formatos de economía colaborativa cuya base consiste en poner en contacto a particulares que ofrecen sus servicios a potenciales viajeros.

Con este contexto se  ponía así en marcha la experiencia turística auténtica, ligada a la cultura de anfitriones particulares, versus los productos de las empresas turísticas que no ofrecen ni contenidos ni ese punto de local y auténtico que ofrece el anfitrión. Quizás la pagina de Airbnb sea una de las mayores comunidades de esta especie de intercambio entre particulares.

Evidentemente hubo una verdadera revulsión en el sector turístico y todos empezamos a hablar de la necesidad de incorporar las emociones para que los productos turísticos pasaran a ser verdaderas experiencias. Entonces nos emborrachamos con otro término de moda. Llegó el storytelling, el arte de contar historias. Y ahí estamos todavía.

He oído tantas veces a predicadores decirles a las bodegas que cuenten su historia en el diseño de las visitas enoturísticas (su storytelling)  que se me ha desemantizado a mí también el término. Evidentemente hay un punto de certeza en la afirmación, pero continuamente se omite algo importante: una experiencia enoturística no tiene que ser tan solo un relato de la historia de la bodega, de la familia, de los productos, ni siquiera del sueño del viticultor... No vale solo con eso. Tiene que ser eso y mucho más.

Una verdadera experiencia enoturística o turística, tanto me da, tiene que incorporar de forma activa al cliente. Lo importante no son las emociones que mi familia vivió al crear la bodega, por poner un ejemplo. Lo importante son las emociones que el viajero vive cuando viene a mi bodega. El viajero debe poder incorporar su propia NARRATIVA y vivirla a través de mi storyteling.  De esta forma no debiéramos pensar en crear experiencias, más bien en COCREAR experiencias con nuestros visitantes. No se nos puede olvidar la figura clave.

Los territorios, las bodegas, las empresas de gastronomía... hay que empezar a repensar la forma en que estamos presentándonos a nuestros viajeros. Nosotros somos anfitriones auténticos del territorio y no quiero decir con esto, que los que ofrecen sus servicios en plataformas P2P no lo sean.  Nuestra vocación en general está ligada al desarrollo del territorio, a generar riqueza en la comunidad, a evitar que nuestras comarcas se vacíen, que nuestros jóvenes se vayan del mundo agrario... vayamos pues, un poco más allá y defendamos  a través de nuestros productos enoturísticos, agroalimentarios,  gastronómicos...  nuestros valores, implicando a todos esos compradores que ahora lamentablemente no siempre nos ven como auténticos. 

¿Cómo se hace esto? Hasta aquí puedo leer...

(c) Alicia Estrada

(c) Alicia Estrada