marzo 04, 2009

Cobrar o no cobrar por la visita a la bodega

Sin duda es una pregunta clave y que permite variadas respuestas. Me parece que en un estado inicial del Enoturismo, dentro de una empresa, lo habitual es que las bodegas, cooperativas... no cobren por la visita a los enoturistas. Quizás se busca justamente aumentar la venta directa y siguen viendo a los visitantes, como simples compradores. Más raro es el caso de bodegas que no cobran por la visita pero si el enoturista quiere realizar una degustación de vinos, a ésta le ponen un precio.

En mi opinión lo mejor es cobrar por la visita siempre. Fijar un precio profesionaliza una actividad y hace que la bodega asuma unas responsabilidades y una vinculación con la actividad turística, por muy simple que sea ésta. En la medida en que yo cobro por la visita a mi bodega estoy diciendo a mis visitantes que el Enoturismo es mi trabajo y me lo tomo muy en serio y en justa compensación de esta dedicación, han de retribuirme. Creo que también resulta más cómodo para el viajero que de esta forma se siente libre para visitar bodegas sin necesidad de adquirir botellas que en ocasiones no podrá comprar, no por falta de interés, si no por los impedimentos del transporte.

Evidentemente cobrar a los viajeros debe ir parejo a unos compromisos por parte del bodeguero tanto por lo que se refiere a infraestructuras como servicio, personal dedicado, actividades propuestas, tiempo invertido etc.

“Esto está muy bien pero y ¿cuánto cobro por la visita a mi bodega?” He oído esta pregunta bastantes veces y siempre he dicho que yo al menos, no puedo responder sin más. Las políticas de precios exigen un estudio previo y conocer muy bien a la competencia y sus productos. Tienen que ver con el destino, con la marca y posicionamiento de los vinos de la bodega y con otros muchos factores. Lo que sí creo que puedo recomendar siempre es que las bodegas dispongan de una pequeña gama de productos con distintos precios, componentes, objetivos... adecuada a las distintas tipologías de clientes. No se trata de tener mil posibilidades pero sí una gama con posibilidades de crecer y contentar a distintos viajeros y a los distintos bolsillos.
Os pondré un caso muy sencillo. ¿Cuántas visitas terminan con una degustación del vino más simple de la bodega? Muchas, casi todas. ¿No creéis que a la hora de comprar un ticket para visitar una bodega se puede ofrecer la “opción básica” de visita + 1 vino o la “opción premium” de visita + 2 ó 3 vinos de tipo superior (lo del nombre es anecdótico, por supuesto). ¿Merece la pena darles las notas de cata a los viajeros de opción básica?. Pues seguramente preferirán unas patatas fritas con el vino que nuestro rollo enológico. ¿Y quien paga por conocer nuestros mejores vinos estará dispuesto a escuchar las notas del producto que está bebiendo? Pues seguramente sí. Si mientras servimos podemos aportar esta información será fenomenal y si no es posible hacerlo, siempre podríamos disponer de una sencilla guía que introdujera a los enoturistas en el conocimiento de nuestros mejores vinos, y la guía podríamos dársela incluso al comprar la entrada. No hace falta mucho más que una fotocopia digna. Bueno, si alguno se anima a enviar las notas al ipod o a la PDA del viajero en lugar de darle una fotocopia o folleto.... ¡a mi al menos me encantaría la idea!

(c) Alicia Estrada

1 comentario:

  1. Hola Alicia, tema interesante. Yo recomiendo tener un precio, lo cual no significa cobrarlo siempre. El comunicar que cobramos por la visita creo que envía un mensaje, tanto hacia fuera como hacia dentro.
    Por estadística, el precio medio ronda los 3€, pero como bien dices, cada caso requiere de un análisis diferenciado.
    Saludos!
    David Mora

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(c) Alicia Estrada