julio 03, 2019

Experiencias, storytelling, cocreación y otras palabrejas



Dice la filología, vieja profesión a la que debo todo lo que soy e incluso lo que no soy, que las palabras se desemantizan a fuerza de desgastarlas o usarlas tanto o tan mal, que terminan perdiendo su significado. Algo así ha debido de ocurrirle a la palabra "experiencia" que parece ser equivalente a producto turístico. Es más, vale para cualquier producto turístico o enoturístico.

Muchos viajeros, desengañados de las malas experiencias vividas, turísticamente hablando,  comenzaron hace unos años  a buscar lo que ellos creyeron que serían, verdaderas experiencias. Surgieron así las comunidades basadas en formatos  peer to peer (P2P), formatos de economía colaborativa cuya base consiste en poner en contacto a particulares que ofrecen sus servicios a potenciales viajeros.

Con este contexto se  ponía así en marcha la experiencia turística auténtica, ligada a la cultura de anfitriones particulares, versus los productos de las empresas turísticas que no ofrecen ni contenidos ni ese punto de local y auténtico que ofrece el anfitrión. Quizás la pagina de Airbnb sea una de las mayores comunidades de esta especie de intercambio entre particulares.

Evidentemente hubo una verdadera revulsión en el sector turístico y todos empezamos a hablar de la necesidad de incorporar las emociones para que los productos turísticos pasaran a ser verdaderas experiencias. Entonces nos emborrachamos con otro término de moda. Llegó el storytelling, el arte de contar historias. Y ahí estamos todavía.

He oído tantas veces a predicadores decirles a las bodegas que cuenten su historia en el diseño de las visitas enoturísticas (su storytelling)  que se me ha desemantizado a mí también el término. Evidentemente hay un punto de certeza en la afirmación, pero continuamente se omite algo importante: una experiencia enoturística no tiene que ser tan solo un relato de la historia de la bodega, de la familia, de los productos, ni siquiera del sueño del viticultor... No vale solo con eso. Tiene que ser eso y mucho más.

Una verdadera experiencia enoturística o turística, tanto me da, tiene que incorporar de forma activa al cliente. Lo importante no son las emociones que mi familia vivió al crear la bodega, por poner un ejemplo. Lo importante son las emociones que el viajero vive cuando viene a mi bodega. El viajero debe poder incorporar su propia NARRATIVA y vivirla a través de mi storyteling.  De esta forma no debiéramos pensar en crear experiencias, más bien en COCREAR experiencias con nuestros visitantes. No se nos puede olvidar la figura clave.

Los territorios, las bodegas, las empresas de gastronomía... hay que empezar a repensar la forma en que estamos presentándonos a nuestros viajeros. Nosotros somos anfitriones auténticos del territorio y no quiero decir con esto, que los que ofrecen sus servicios en plataformas P2P no lo sean.  Nuestra vocación en general está ligada al desarrollo del territorio, a generar riqueza en la comunidad, a evitar que nuestras comarcas se vacíen, que nuestros jóvenes se vayan del mundo agrario... vayamos pues, un poco más allá y defendamos  a través de nuestros productos enoturísticos, agroalimentarios,  gastronómicos...  nuestros valores, implicando a todos esos compradores que ahora lamentablemente no siempre nos ven como auténticos. 

¿Cómo se hace esto? Hasta aquí puedo leer...

(c) Alicia Estrada

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