Hace unos meses, --¡voy tan lenta contando mis escapadas de enoturismo!-- tuve ocasión de visitar una pequeña bodega cerca de Sant Pere de Ribas; se trata de Vega de Ribes una finca familiar en la que desde hace 16 generaciones se elabora vino, desde el año 1540.
Hacía poco, había escrito para la revista Travel Magazine, un artículo sobre la la malvasia de sitges/, una variedad casi perdida que se había mantenido en la capital del Garraf gracias a la herencia de un prohombre que cedió al hospital de Sant Joan de Sitges sus bienes, a cambio de mantener el viñedo de malvasía. El hospital cumple año a año su cometido sacando al mercado unos pocos millares de botellas de dulce ambrosía. Algunos esquejes de estas viejas viñas han sido “adoptados” por viticultores locales que están haciendo el esfuerzo de recuperación de esta variedad local.
Era precisamente la malvasía de Vega de Ribes lo que me animó a visitar la “Casa pairal” de la familia Bartra i Roig, viticultores empeñados en la recuperación de esta variedad patrimonial. Me gustó mucho su malvasía, me encantó su espumoso de malvasía acompañado por una tarta de peras que había hecho la esposa de nuestro anfitrión. El espumoso resulta muy goloso en la boca, insinuando azúcares, pero las justas, y manteniendo una gran frescura que lo hace buen compañero tanto de aperitivos como de postres.
Pero hubo más cosas que me gustaron de Vega de Ribes. No podré decir para quien busca hacer enoturismo que se trata de una gran bodega, ni de un gran viñedo y seguro que los vinos siendo buenos, no son los mejores pero todo en esta casa rezuma honestidad y cariño por el trabajo bien hecho.
Me gustó mucho pasear con el propietario por su viñedo, compartir el orgullo de quien siente la tierra que cultiva como parte de su ADN, ver su entusiasmo y su respeto por la viña practicando una agricultura ecológica. Disfruté integrándome en la explotación agrícola, probando almendras que me ofreció, partiéndolas con una vieja piedra que parecía llevar 200 años esperando pacientemente que yo llegara para cumplir su misión o probando por vez primera en mi vida el dulce fruto de los algarrobos (Según me indicó un amigo al que a pesar de todo sigo queriendo, “Es una pasión que comparto con los caballos”)
¿Porqué la visita a una pequeña empresa familiar puede resultar mucho más atractiva que pasar un día en un gran centro de enoturismo? ¿Una gran bodega puede aspirar a salir de la “industrialización” para ofrecer una verdadera experiencia de enoturismo? ¿Cuáles son los factores clave para conseguir el éxito en enoturismo?
Seguimos mañana hablando de este tema, aunque me encantaría conocer vuestras opiniones al respecto.
(c) Alicia Estrada, 2011.
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