enero 12, 2010

Ferias de productos del territorio y de artesanía

Revisaba este fin de semanas los calendarios de ferias y mercados que aparecen en algunas páginas web de comarcas, instituciones etc. Tengo que visitar algunas bodegas, irremediablemente en fin de semana, y siempre es buena idea, aprovechar el trayecto para aproximarme a otros productos locales.

Feria del melón, de la patata, del turrón, de la cereza, de las fresas, del melocotón, feria de los guisantes, ferias de aceite, ferias del vino nuevo... son algunas de las citas a las que he acudido otros años y que se celebran en mi entorno próximo catalán y también otras ferias similares en mi País Vasco, vinculadas al queso, a los productos de los baserritarras etc. ¡Perfecto! Esto es lo que yo busco, agricultores vendiendo sus productos, artesanos gastronómicos, verdaderos representantes del territorio y con ellos los elaboradores de vino o de txakolí, o los artesanos de la lana o de barro, la madera etc. Todos trabajando en la misma dirección: la visibilidad del territorio; todos mostrando una forma de vivir que irremediablemente se pierde, todos apuntando hacia un mismo pasado y con una misma proyección de futuro.

¿Pero qué me encuentro demasiadas veces en estas ferias y mercados? Supongo que lo mismo que vosotros. Pseudo-hippies vendiendo artesanía casposa, pseudo-indios vendiendo productos made-in-china, falsos artesanos comercializando fabricaciones en serie… ¿Y qué decir de los mercados medievales? Sinceramente, me huelen a cartón piedra, a goliardos de “todo a cien”, no me gustan. Por supuesto siempre hay excepciones.

Creo que mezclar artesanos del territorio y con ellos elaboradores de vino, con comerciantes falsamente artesanales, como los descritos, es hacer un flaco favor a nuestros territorios. Por un lado estamos vanalizando totalmente el trabajo de los verdaderos artesanos, y con esta vanalización estamos restando visibilidad a nuestra cultura, a nuestro patrimonio y a nuestro territorio y en segundo lugar estamos confundiendo a los visitantes de la feria, desvalorizando con estas actuaciones las verdaderas raíces de la cultura local.

No estoy en contra de los mercados medievales o de las ferias de comerciantes de bisutería, de perfumes etc. Reclamo desde mi pequeña atalaya, eso sí, que a estos señores no se les confunda con los artesanos del territorio. En el primer caso, posiblemente el único fin de la organización de estos eventos sea la diversión. Cuando hablamos de territorio, la diversión tiene que ir siempre acompañada, en mi opinión, de valoración de lo local, de territorialidad, de carácter diferencial.

¡Vaya! ¿Y esto qué tiene que ver con el enoturismo? Espero que mucho. ¿Acaso el enoturismo no es territorio, patrimonio, cultura de terruño? Al menos esta es mi opinión. ¿Qué pensáis vosotros al respecto? ¿Se deben mezclar ambas ferias?


(c) Alicia Estrada, 2010.

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